Hay niños y niñas que quieren ser siempre protagonistas. Demandan ser atendidos los primeros, interrumpen las conversaciones de los adultos para que se les haga caso… ¿a qué es debido? ¿Se puede cambiar este comportamiento?
Un niño pequeño se siente indefenso e inseguro y necesita cariño y seguridad de sus referentes.
Esto genera actitudes egoístas, no intencionadas, pero reales. Solo son capaces de pensar en sus necesidades y en sí mismos, y no en los demás, aunque sean sus queridos padres.
En muchas ocasiones, esta necesidad de ser atendido de modo inmediato se convierte en un hábito familiar, lo que da lugar a niños impacientes y muy poco empáticos.
En realidad, los padres no son conscientes de las consecuencias que puede tener este comportamiento de sus hijos. Creen que les necesitan y deben prestarles atención para que no sufran o no se sientan desatendidos. El problema está en que, de este modo, no se educa la paciencia.
Para educar la paciencia hay que enseñarles a esperar. Esta espera debe ser controlada y paulatina. Es decir, comenzar por situaciones que impliquen poco tiempo de espera para ir, poco a poco, aumentando los tiempos.
Por ejemplo, es bueno que entiendan que preparar la comida implica un tiempo determinado y que, aunque tengan hambre, no se puede hacer nada para acelerar ese proceso.
Si los padres acceden a sus demandas, aprenden que cuando reclaman algo el mundo se pare por y para ellos. Para lograr el efecto contrario, es bueno incluso tardar más tiempo para que vean que tienen que esperar, un poquito, pero que deben esperar.
Es bueno verbalizarles y explicarles que deben esperar porque estamos ocupados y que, en cuanto acabemos, les atenderemos.
Deben ver que ahora no podemos, pero que pueden estar tranquilos porque se les va a atender.
De este modo, desarrollamos el hábito de pensar que las otras personas también tienen sus tareas y necesidades y que hay que respetarlas.
Aquí generamos primeras actitudes para fomentar la empatía. “No soy solo yo el que tiene necesidades, mis padres también las tienen y debo respetarles y ceder espacios y tiempos para que las puedan atender”.
Para potenciar más la empatía es importante que se ofrezcan a ayudar. Este es uno de los aprendizajes más importantes que deberán adquirir poco a poco. “No soy el único que tengo necesidades y debo saber esperar”.
Es bueno que aprendan a buscar diferentes soluciones por ellos mismos antes de reclamar la atención de los padres.
El responder de manera inmediata a lo que piden los hijos no les beneficia, no solo porque les damos demasiado protagonismo, sino porque se les da la solución sin darles la oportunidad de que lo solucionen ellos mismos.
Los tiempos de espera permiten que el niño pueda pensar cómo resolver la situación, qué otras medidas puede adoptar si no puede ser atendido por mamá o papá en ese momento o cómo inventar otros caminos diferentes de lo que quería hacer.
Todo ello favorece el pensamiento divergente y la creatividad.
La creatividad es mucho más fuerte en los niños de lo que se piensa, pero muchas veces queda oculta por falta de estímulo u oportunidad.
Esta forma de actuar desarrolla una personalidad más segura y estable. Los niños cuando resuelven algo por sí mismos se sienten felices porque han sido capaces y esto hace que la próxima vez lo quieran volver a intentar porque tienen confianza en sí mismos.
Este beneficio en el plano emocional es realmente importante puesto que cada vez encontramos más niños poco autónomos e inseguros por estar acostumbrados a tener una atención directa e inmediata de sus padres.
No es cuestión de dar atención inmediata sino de estar ahí, cerca y transmitiendo afecto, para que el niño tenga la oportunidad de crecer y evolucionar.
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