Comienza un nuevo año escolar, en el cual las energías de los niños para comenzar el colegio, para reencontrarse con sus compañeros y aprender algo nuevo parecen renovarse desde cero.
Casi siempre suele ser el momento donde tanto a padres como hijos les surge la inquietud de probar actividades extraescolares como complemento a la actividad curricular.
Pero ante esto, cabe hacernos la pregunta: ¿Es siempre positivo incluir éstas propuestas?
Los beneficios que ofrecen estas actividades, según el tipo, consisten en estimular valores como la tolerancia, la cooperación y el trabajo en equipo.
El término extraescolar puede parecer un poco capcioso, ya que habla de algo que se realiza fuera del ámbito escolar, pero tiene a su vez relación directa con la educación.
De hecho, existen actividades extracurriculares dentro la escuela misma: talleres optativos, propuestas a la tarde y otras actividades.
Para satisfacer nuestras expectativas como padres de proveer a los hijos con una educación integral y lo más regular posible, la propuesta se convierte fácilmente en una opción natural y obvia.
Es importante tener en cuenta que uno de los beneficios que ofrecen estas actividades, según el tipo, consiste en estimular valores como:
Por ahora la ecuación parece simple: cuanta más cantidad y variedad de actividades le proponga a mis hijos, mejor educación para ellos, ¿no?
No exactamente. De hecho, un estudio científico realizado en España con 721 alumnos de primaria concluyó en que, si bien el realizar al menos una actividad extraescolar favorecía muchísimo el rendimiento académico general de estos niños, un exceso en la cantidad de horas con una actividad o varias (alrededor de 10 semanales) termina por afectarles negativamente en la escuela.
En otras palabras: las actividades que supuestamente ayudan a reducir el estrés, terminan por aumentarlo si no se las gestiona correctamente.
No olvidar que, aunque los niños tienen mucha energía, necesitan de nuestra ayuda para aprender a gestionarla.
Es muy común que nuestro hijo o hija eventualmente se aburra del tenis aunque al principio parecía que era lo que más amaba en el mundo.
Y esto ocurre porque ellos se encuentran en una etapa de experimentación dinámica, donde sus emociones están en constante movimiento. Alternar entre dos actividades a principio y a mitad del año escolar entonces, puede ser una opción a considerar.
Correr por la calle o revolcarse en el pasto no los prepara física o mentalmente para nada en específico, pero sí contribuye a descomprimir tantas horas de actividad.
Aunque esto puede resultar difícil en un comienzo, es fundamental que los chicos experimenten el aburrimiento, ya que no solamente van a poder lidiar mejor con las frustraciones, sino que también suele ser un espacio donde aflora la creatividad y el ingenio.
En conclusión, las actividades extraescolares son definitivamente una opción más que positiva en complemento al cronograma escolar.
Pero es importante recordar que el año puede volverse largo y complejo, y lo que en febrero parecía una explosión de entusiasmo al comenzar una nueva actividad, en junio se convierte en un arma de doble filo que sobrecarga, agota y muchas veces desmotiva.
arece entonces que administrar y balancear el tiempo escolar y extraescolar con criterio y empatía para con los hijos puede ser el punto medio que necesitan para acompañarlos en su crecimiento de forma sana, integral y finalmente divertida.
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